Mismatch. Cómo la inclusión da forma al diseño, la tecnología y la sociedad
No puedes decir «no puedes jugar». Con vigencia efectiva inmediata, si alguien quiere participar en tu proyecto, debes consentir que se una, pero, aun así, serás responsable del éxito de tu trabajo.
¿Cómo reaccionarías? Aunque los resultados exactos puedan variar, hay una buena posibilidad de que la mayoría de los adultos imiten las reacciones que se encontrarían en un aula de jardín de infancia: ira, rebeldía y algunas lágrimas.
En su libro You Can’t Say You Can’t Play, la maestra Vivian Gussin Paley relata lo que pasó cuando propuso esta regla a su clase de jardín de infancia.
Antes de aplicar la regla, ella y sus estudiantes especularon sobre lo que podría suceder. Sus propias reacciones iban desde el miedo hasta el entusiasmo. Miedo a que sus juegos dejaran de ser divertidos. Miedo de que un número abrumador de personas quisiera participar, arruinando así el juego. O de que personas no deseadas pudieran entrometerse en el juego. Y los niños que con más frecuencia eran excluidos estaban entusiasmados con la protección que la nueva regla les proporcionaría.