Mismatch. Cómo la inclusión da forma al diseño, la tecnología y la sociedad
Los niños que eran excluidos más sistemáticamente ya no eran aislados. La manera en que se veían a sí mismos y su contribución a la clase cambiaron en forma positiva. En el próximo capítulo exploraremos este beneficio y los efectos fisiológicos del rechazo social, tales como el dolor físico y la depresión.
Sin embargo, el beneficio más sutil y más amplio fue que cada niño del aula consiguió nuevas amistades y los juegos se volvieron mucho más interesantes.
Como ya no podían excluirse mutuamente, aprendieron a adaptar sus juegos. También adaptaron los papeles que estaban dispuestos a representar dentro de un juego. Probaron distintas identidades. El chico que siempre había sido el villano ahora podía ser el bebé recién nacido. Los héroes podían ser los villanos. El padre podía ser la madre. A pesar de todas las preocupaciones iniciales, los juegos seguían siendo divertidos.
Estos miedos de la infancia siguen siendo reales en nuestras vidas adultas. Nos encontramos con las mismas preocupaciones cuando mejoramos la inclusión en nuestros lugares de trabajo, productos y entornos públicos. El experimento del aula de Paley ilustra que la exclusión no se basa en un círculo fijo.