Morir sin permiso
—Sí, menuda forma hemos tenido de conocernos.
—Exacto. Por cierto, me ha dicho el médico que trabajas aquí.
—Sí, soy enfermera de la UCI. Hoy descanso, mañana me tocará verte.
—Estoy algo cansado, me alegrará verte mañana, y así me explicarás un poco qué hacías con ese mal nacido. —No sonó a reproche, más bien a curiosidad.
Maite salió de la UCI justo cuando Francisco, su jefe, asomó por la puerta.
—Ahora entrará la madre y después descansará —afirmó el médico.
Maite salió y se cruzó con la madre.
—Siento mucho lo que le ha sucedido a su hijo.
—Hasta donde sé, no tienes por qué disculparte. Además, me ha dicho el doctor que eres una enfermera muy competente, así que sé que estará en buenas manos. —Intentó, casi sin conseguirlo, forzar una sonrisa.
Causalidades
Poco a poco fue regresando la normalidad a la vida del enfermo. El alta médica se la dieron a los trece días de llegar. Todas las pruebas que le realizaron resultaron ser muy positivas. Entre su madre y Maite se fueron turnando para atenderle lo mejor posible. Eugenia comió en un par de ocasiones con Maite, coincidieron en la cafetería del hospital. Ella quiso comprender qué había sucedido aquel día y Maite le contó, con pelos y señales, su relación con aquel individuo. Era obvio que, si se había enamorado de alguien con pinta de malote, de esos malotes que atraen tanto a ciertas mujeres, a la postre podría ser malo y pernicioso a la vez. El caso era que habían conectado las dos mujeres y eso tranquilizó sobremanera a la enfermera. Sentir la empatía de la madre de Óscar fue algo que alivió la carga de culpa que había llegado a padecer. Con el transcurso de los días, comprendió que no tuvo ninguna culpa, tal vez algo de responsabilidad, y que él actuó de motu proprio; así que Maite fue conociendo algo mejor, sin filtros idealizados, a aquel hombre que dio la cara por ella. Llegó a sentir algo parecido a tener mariposas en el estómago. Cada vez que pasaba a verlo a su habitación, aquellas mariposas revoloteaban sin control. Lo que más le gustaba era su sentido del humor, siempre terminaba riendo con él por cualquier cosa. Eso proporcionaba vida a su deteriorada existencia. El sentido del humor que tenía el paciente era inteligente y de buen gusto. Siempre hacía bromas por cualquier cosa y andaba listo para ello, tenía una mente rápida y ágil.